Ecología

viernes, 10 de abril de 2020

Covid-19 y Globalización



Autor: Manuel Fernández de Sevilla

*Economista

La irrupción del coronavirus en el mundo ha constatado que al igual que la economía está globalizada, también lo está la salud de los humanos, y ha dejado en evidencia la falta de protocolos por las tibias recomendaciones que se han vertido desde las distintas instituciones públicas y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud y las instituciones locales sanitarias de los distintos estados, para hacer frente a la COVID 19.

Con los modelos matemáticos y programas estadísticos existentes, bastaba insertar los datos de una muestra real de contagiados para ver como el modelo estadístico proyectaba una curva de crecimiento exponencial de infectados; ¿era necesario que la OMS se tomara con verdadera parsimonia el tránsito de considerar pandemia lo que escasos días antes llamaba epidemia? Es evidente que han fallado todos los protocolos de contingencia y prevención, con las consiguientes víctimas mortales y las que están desgraciadamente por venir. Las meras recomendaciones que se transmitían desde la OMS a los países, da a entender la visión asistencial con la que se conforma este organismo, a nivel internacional, dejando libre voluntad de decisión a los gobiernos nacionales.


Se debía haber evitado que la epidemia se transformara en pandemia, pero las recomendaciones que llegaban de la OMS quedaban enmarcadas en libres protocolos de aceptación, o no, por los gobiernos de los países, y ya sabemos lo que está dando de si: unos cierran fronteras, otros no, unos proceden a la realización de los tests Covid-19, y otros pasan completamente, unos confinan a la población, otros hacen lo que quieren. Conforme avanzan los días, la OMS asevera el lenguaje y las recomendaciones… demasiado tarde, se podía haber evitado, al menos, el paso de epidemia a pandemia, pero hay un handicap en nuestras democracias formales, categorizadas por una superioridad moral:

1.- La democracia tal como está planteada actualmente tiene un recorrido muy corto, de cara a evitar que una epidemia se convierta en pandemia, pues en el supuesto caso que el gobierno hubiera procedido a tomar duras medidas de prevención con el cierre de fronteras y el confinamiento desde el mes de enero de 2020, toda la oposición liberal le habría imputado el enorme error de esa acción porque “no existen indicios de que en nuestro país exista ningún infectado, y por tanto esa medida preventiva está fuera de lugar, que lo único que pretende es paralizar y hundir nuestra maltrecha economía”, “esto nos pasa por tener un gobierno social-comunista”. Y es que la derecha liberal ha tratado de negar la epidemia del coronavirus, básicamente por la defensa de sus intereses económicos, sobre todo respecto del sector exterior, el comercio internacional y su globalización.

2.- La democracia, como se entiende desde la izquierda oficial, tiene serios complejos a la hora de practicar el cierre de las fronteras, atajar la movilidad de las personas en el país y confinar a la población, porque eso les recuerda a medidas autárquicas franquistas, y también a medidas autoritarias, por las que tienen muchísimos complejos a la hora de aplicarlas. Esas reticencias son las que nos han llevado a la situación actual. Algunos todavía se están recuperando del cierre de fronteras decretado por Marruecos, porque en su razonamiento ilusorio, era imposible que los países de África cierren las fronteras e impidan la llegada de personas de la Europa afectada por el coronavirus, ni siquiera dejan entrar a los autóctonos del país que llegan desde Europa.

Tanto los liberales como los socialdemócratas han errado; los primeros, por tratar de defender los intereses económicos mercantiles del comercio exterior, y los segundos, porque tienen complejos a la hora de tomar ciertas medidas por miedo a la reacción liberal, porque van a remolque de la doctrina liberal, lo que en la práctica los ha convertido el social-liberales, posibilitando la construcción y visión de la economía en estos últimos 60 años, bajo parámetros de abandono de los sectores estratégicos de la economía, y el abandono del comercio interior y la demanda agregada interna de consumo. ¿Qué significa esto?, igual que los liberales ponen en duda el sector estratégico agropecuario, también ponen en duda el sector sanitario, por eso España no disponía ni de suficientes mascarillas, ni de respiradores.

Cuando un país proyecta su economía de cara al exterior, termina fabricando productos, bienes y servicios para que los compre la demanda agregada externa, y esto se traduce en que dichos productores deben ser muy competitivos, si quieren verlos colocados en el mercado internacional, lo que se traduce en bajos salarios para obtener precios competitivos en el mercado internacional. Ello redunda en un mermado poder adquisitivo de la demanda agregada nacional interna, lo que entra en una dinámica de precarización en todos los sectores de la economía, que terminan siendo deslocalizados.

La visión de la globalización capitalista para los liberales es la experiencia de que todos los bienes que se producen en la economía están al alcance de todos los países, de manera que ya no es necesario producirlos en el seno de la economía nacional, basta deslocalizarlos, para evitar los esfuerzos económicos de mantener los sectores estratégicos de la economía, como es la sanidad pública del país. La actual crisis del coronavirus ha puesto de nuevo de manifiesto la necesidad fundamental que significa este sector público en la economía. Y cuando se ha ido a echar mano del material sanitario, se han dado cuenta que no lo tenían al alcance de la mano. No había ni respiradores, ni guantes, ni mascarillas, ni EPIS (equipos de protección individual), ni protocolos de prevención. De forma absoluta se ha banalizado desde el principio la epidemia del coronavirus por parte de la derecha, tanto conservadora como liberal, del mismo modo que durante estos últimos 60 años se ha banalizado la soberanía de la economía nacional.

El gobierno quiere arreglar con la intervención del Estado en la salud y en la economía toda esta crisis, favoreciendo la demanda en Europa de la emisión de coronabonos, cuestión que nadie niega, salvo un reducto irredento de anarcocapitalistas, que le echan la culpa al Estado de la crisis del coronavirus, cuando precisamente al no haberse hecho nada a primera hora, y al demostrarse la inexistencia de protocolos de prevención y contingencia serios, al margen de los políticos que nos gobiernen, esto se nos ha ido de las manos, y se ha transformado de epidemia en pandemia. Si nos gobernasen los ultraliberales, entonces la pandemia sería una realidad mortal mucho más acuciante de lo que ya es, pero no lo podemos saber, porque afortunadamente no nos gobiernan.

La inmensa mayoría de los expertos que salían en televisión y en los medios de comunicación de todos los colores políticos, prácticamente han banalizado la epidemia del coronavirus, quizá por la superioridad moral del mundo occidental: “tales cosas no pueden ocurrir aquí”. Y no solo los medios de comunicación, también en las redes sociales se han vertido contenidos con noticias falsas de los efectos del coronavirus, hasta al punto de afirmar que “es como una gripe”, o “que la gripe mata más personas que el coronavirus”. Todos los expertos que han estado desinformando y transmitiendo mentiras (“transmintiendo”), deben asumir su responsabilidad, porque han actuado de forma irresponsable como gurús, favoreciendo con su actitud nuevos contagios.

La realidad del coronavirus va a poner en valor el replanteamiento de una visión de la economía que mire al interior del país, al objeto de asegurar la demanda de consumo nacional para dar salida a los bienes y servicios que se produzcan en la economía nacional, para paliar las dificultades de la colocación de nuestros productos en el mercado internacional. Mientras se trata de dar una posible respuesta desde el ámbito sanitario para la obtención de una vacuna, pueden pasar meses, lo que significa prácticamente dar por perdido económicamente el año 2020. Ello se traduce en que no podemos caer en la misma cuenta de contar con los millones de turistas que visitaban España, ni contar con las ventas de nuestros productos en el mercado internacional, tal y como se venía haciendo antes de la aparición infructuosa de la Covid-19.

Por otro lado, los efectos psicológicos de la Covid-19 quedan reflejados en una mayor profundización del aislacionismo social, basado en la distancia social para prevenir los contagios, con todo lo que conllevará en detrimento de las relaciones sociales, afectivas y personales.