AUTOR: Pedro Zabala
Los símbolos -y en especial los religiosos- son con frecuencia motivo de confrontación. Algunos, llevados de un fanatismo laicista, los atacan y quisieran destruirlos para siempre. En el otro extremo, están quienes se ven amenazados en sus creencias y ven en esos ataques una violación de las mismas esencias de su nación. Añoran el nacionalcatolicismo y reclaman acciones directas que impidan esas profanaciones. Unos y otros se retroalimentan y diríase que se necesitan mutuamente para seguir aferrados a sus posturas.
El último capítulo de esas escaramuzas está en ese proyecto de revisión de la memoria histórica para eliminar los últimos restos monumentales del franquismo. Se habla de la resignificación del Valle de los Caídos, con la desaparición prevista de la comunidad benedictina allí asentada. ¿Se pretende destruir la Cruz que lo corona?
La Constitución vigente proclama al Estado como aconfesional, aunque su peculiar reconocimiento de la mayoría católica del pueblo español, hace que muchos tratadistas hablen de una confesionalidad encubierta. Si a esto se añaden una Acuerdos -sobre todo los referentes a financiación de la Iglesia y enseñanza de la religión en centros públicos- con la Santa Sede, promulgados después de la Constitución, pero redactados de acuerdo con el sistema anterior a la misma, hacen más confuso el panorama.
La admisión de la enseñanza de otras religiones -sobre todo la musulmana- provoca de nuevo la tensión. ¿No sería mejor una asignatura del hecho religioso e historia de las religiones para todos los alumnos, dejando el aprendizaje confesional para las familias y las religiones en sus ámbitos respectivos?
En cuanto a la financiación de la católica dentro del presupuesto estatal ¿para cuándo la prevista autofinanciación, olvidándonos de las desamortizaciones del siglo XIX?
Queda otro problema: las inmatriculaciones de templos y diversos inmuebles hechos por la jerarquía eclesiástica al amparo de una norma privilegiada que pudo dar lugar a claros abusos. ¿No deben hacerse públicas y examinarlas caso por caso? ¿A quién perjudica la falta de transparencia?
Es la cuestión de la destrucción y ataques contra símbolos religiosos la que suscita mayor virulencia. ¿Por qué ese afán de herir sentimientos populares? Mas, por otro lado, ¿cuáles son los auténticos símbolos del Abbá de Jesús, las imágenes, por muy consagradas que estén, o las personas de carne y hueso a las que se les priva de su dignidad, reduciéndolas a la miseria y privándolas de sus derechos más elementales? Y encima muchas veces ¿no son objeto de odio por parte de algunos que enarbolan la bandera de la identidad nacionalcatólica?