“La ambigüedad del consenso político ha jugado un papel “necesario”, pero la democracia ha recuperado, de muchas maneras –como el patriotismo de “venganza”- la “mística” franquista”
“Para el avance democrático ha faltado el impulso voluntarista de la Transición”
“Hay que reconstruir la patria en términos democráticos”
Autora: María Teresa de Borbón Parma
El consenso que presidió la elaboración de la Constitución del 78 lo juzgan dos eminentes profesores de la siguiente manera:
“Precisamente porque es equívoco, el consenso es posible. Si no hubiera habido aquello que nos interesa a todos –el establecimiento de la democracia- un interés de partido, compatible y complementario con el consenso, no habría sido posible el acuerdo. En definitiva, el combate frontal y el desacuerdo radical habría hecho imposible la Transición (Raúl Morodo, “La transición política”, p. 62)
“El objetivo de la ley de reforma política es la legitimación de la corona por la vía del parlamento y la Constitución, y permitir a la antigua clase política de resguardar su poder o bien ir hacia un régimen democrático… pero arraigado en las antiguas estructuras franquistas. En los dos casos se trata de colocar en la misma línea, en el punto de partida de la democracia, a los franquistas y a los demócratas para recuperar democráticamente la clase política franquista, dispuesta a entrar en el juego” (José Vidal Beneyto).
Los dos profesores tienen razón. La ambigüedad del consenso político ha jugado un papel “necesario”, pero la democracia ha recuperado, de muchas maneras –como el patriotismo de “venganza”- la “mística” franquista.
El boletín carlista, con respecto al consenso, remarcaba que habría sido necesario de introducir en el preámbulo constitucional una opción para los electores, sobre tres aspectos de extrema importancia para la Constitución misma y para el proceso político: de la forma de Estado –unitario, regional o federal-, de su característica política –monarquía o república- y, también, de su modelo económico. Todos los partidos deberían de haber presentado los modelos que propugnaban. Entonces el consenso habría tenido una base sólida.
Pero actualmente no hay una base suficientemente sólida. Para el avance democrático ha faltado el impulso voluntarista de la Transición. Nosotros hemos olvidado, ellos han olvidado, como había previsto el profesor Aste, sus razones vitales.
A partir de la Transición democrática y del enorme progreso que representa, una nueva historia mítica ha irrumpido… Una historia que sirve de emblema y de excusa a la vez para avanzar poco en la participación popular y, sobretodo, para mantener una moral política rigurosa
“Qué les pasa a nuestro compañeros?
¿Cómo olvidar de repente las alegrías colectivas y los sufrimientos compartidos?
¿Qué viento podría hacer desaparecer el viento libertador que inflaba nuestros vuelos?
Francisco Bobillo Diario 16
La exclamación dolorosa del profesor Bobillo es válida para reflexionar: es necesaria una nueva “transición democrática”. Y llegará a las Españas.
La Transición democrática no ha estado acompañada de una preocupación pedagógica, ni por parte de los actores políticos, ni por las instancias culturales, que permita a la opinión pública, largo tiempo teledirigida por el régimen anterior, de abordar el carácter aleatorio y paradójico de la historia.
Los ciudadanos desorientados están buscando lo incuestionable, que encuentran, o en la contemplación del pasado (la nostalgia es irrefutable según Mark Isla), o en la sacralización de las categorías políticas.
Por esto el nacionalismo periférico es percibe como la negación radical del nacionalismo español.
Ninguna referencia explicativa se ha dado de su origen, de su historia y de sus riquezas propias. Mientras que el nacionalismo español se vive como un patriotismo casi “sacramental”, los ataques son condenados como “pecados mortales”. Hay que reconstruir la patria en términos democráticos.
De toda esta problemática hablamos con el President Tarradellas; y con Carles Puigdemont, cuando era alcalde de Girona.
(1) BORBÓN PARMA, MARÍA TERESA (2020): “Notre patrimoine, c’est le vent de l’Histoire”. París. Michel de Maule, pp. 219-221.