Ecología

lunes, 11 de mayo de 2020

EUROPA LAICA, LA IGLESIA Y EL IRPF


Autor: Josep Miralles

Europa Laica es una organización española sin ánimo de lucro promotora del laicismo, del Estado laico y de la separación Iglesia-Estado. Son unos planteamientos muy dignos de tener en cuenta: al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

Laicismo significa, según el diccionario, independencia de toda confesión religiosa. Pero pienso que es una explicación caduca, lo mismo que aquella otra que decía que la religión es el opio del pueblo. El opio del pueblo, hoy, es eso que se llama sociedad del bienestar y todo lo que ello comporta, creo que eso también es una religión de la que los de Europa Laica no se han independizado.

Y digo todo esto porque, a algunos miembros de esa organización “laica”, parece que les preocupa mucho lo de poner la X en la casilla de la Iglesia del IRPF. Al menos, así se desprende de un artículo que he leído estos días de uno de sus miembros.


El artículo en cuestión habla de que el Estado debería ser laico, es decir, independiente de toda clase de religiones, y se queja del privilegio que representa que aparezca el logo del gobierno en la publicidad para marcar la X a la Iglesia católica en la declaración de la renta. Se queja de la "publicidad engañosa que desde hace años viene haciendo la Iglesia Católica". Y tiene razón, la publicidad –y no sólo la católica- siempre es engañosa; la del Estado también, y no digamos la del gobierno, sea "progresista" o "reaccionario" da igual.

Aunque no soy muy partidario del Estado mastodóntico, porque soy “socialista autogestionario” –partidario de menos estado y más sociedad-, y no “socialista de estado”, así como tampoco soy partidario del estado capitalista, reconozco que nuestra legislación es la que es y, aunque no estemos de acuerdo, mientras no se logre cambiar, me parece hipócrita criticar sólo una parte de todo el cúmulo de privilegios e injusticias que padecemos, aunque sean legales.

Hay un concordato legal entre el Estado “progresista” y la Santa Sede “redaccionaria”, igual que legalmente existen unas leyes de financiación y subvención de partidos políticos, sindicatos, patronales, ONG’s, -doy por sentado que Europa Laica no recibirá subvenciones de ningún estado- etc., etc. Y hay otras leyes o normas que amparan subvenciones a múltiples organismos, chiringuitos, entidades, actos culturales, contraculturales, y pseudoculturales, por no hablar de la legalidad que también ampara los innumerables medios, prerrogativas y privilegios que tiene la clase política y sus respectivos asesores y burócratas nombrados a dedo.

Estoy de acuerdo con lo que dice el articulista en cuestión, sobre que debe ser el Estado quien cubra una serie de servicios públicos, y cita la “sanidad, educación, pensiones, infraestructuras, asistencia social”, y que “el dinero de todos ha de ir a sufragar los servicios que son comunes a todos”, pero yo me pregunto: ¿quién decide los que son comunes a todos? Mucha gente no se siente en comunión con los asesores de los políticos, ni con los sindicatos, ni con los propios partidos políticos, ni con asociaciones culturales, ni con… ¡los bancos!, que se rescataron con el dinero de todos, etc., por no citar a la Corona, ni al Ejército, cuyos astronómicos gastos claman al Cielo.

Pero es que, además, los que no estamos de acuerdo con el crecimiento económico –porque creemos que nuestro mundo lo que necesita es precisamente lo contrario, es decir, decrecer en vez de crecer (a ver si después de la pandemia del Covid-19 ocurre algo de esto)-, no aceptamos que nuestros impuestos se dediquen, por ejemplo a “infraestructuras” gigantescas y pretenciosas, muchas veces innecesarias. Tampoco que se dedique a una “educación” que en realidad es el moderno adoctrinamiento para la competitividad y para convertir a nuestros hijos en esclavos del consumismo y apéndices manejables por un Estado que quiere controlarlo todo, etc. Por cierto, se quiere sacar la religión de los colegios, pero nadie se plantea sacar las máquinas de comida basura y otros artilugios de consumo que se van imponiendo sutilmente en los centros de “adoctrinamiento”… estatal (que no público).

Dice el artículo que hay que acabar con el “negocio de la caridad” (¿?) La caridad no es ningún negocio; la caridad es la palabra que antes se le daba a lo que ahora los modernos llaman solidaridad. ¿Qué era sino ese 0,7 % del PIB que los Estados acordaron dedicar al desarrollo del Tercer Mundo y que, por cierto, casi ninguno lo cumplía? Si realmente quisiéramos ser solidarios con el Tercer Mundo, en vez de importar mano de obra barata que se convierte en carne de cañón en los países ricos, dedicaríamos, no un 0,7 %, sino mucho más que esa miseria, para contribuir a combatir las desigualdades existentes entre el Note enriquecido y el Sur empobrecido. Pero, claro, ningún gobierno hará jamás eso por miedo a perder los votos de sus nacionales; no se quiere hacer pedagogía, se quiere ser pragmático para no perder el poder. En cualquier caso, esa ayuda necesaria al Tercer Mundo jamás debería ser para entregarla a los sátrapas de aquellos países, sino a programas de desarrollo comunitario –que no estatal- como suelen hacer algunas –no todas- de esas ONG’s que se llevan “nuestro” dinero para la “caridad” -como dice el artículo mencionado del miembro de Europa Laica-, y como piensan también algunos progresistas posmodernos.

Por todo lo dicho y puestos en la tesitura de tener que poner una cruz en la declaración de la renta, prefiero ponerla en casilla de la Iglesia, a que esa asignación se la quede el Estado.