Autor: Manuel Fernández de Sevilla
*Economista
“coronabonos
para luchar contra el coronavirus”
El
espíritu que llevó en su día a la formación de la Comunidad
Económica Europea, posteriormente denominada Unión Europea, fue el
hecho de evitar futuras guerras, como las habidas durante el siglo
XX, de dimensiones catastróficas, al objeto de apostar por construir
una Europa más social y federal.
Durante
la última década del siglo XX, una vez desaparecido el bloque
soviético y desterrado el comunismo, encontramos a los hijos de las
viejas burguesías nacionales, participando en las directrices del
mercado internacional, como instrumentos de la globalización
mercantilista que alimentaron, y dejaron a los Estados nacionales en
un simple reflejo de su sombra: “el
dinero no tiene patria”.
Nos
encontramos ante la paradoja de una guerra contra un virus, muy
distinta de las antiguas guerras, que está poniendo en evidencia la
falta de recursos para hacerle frente. Tras años de privatizaciones
del sector sanitario, considerado antiguamente como un sector
estratégico de la economía, contemplamos impotentes como se esfuma
diariamente la vida de tantas miles y miles de personas. Alguien
tendrá que asumir la culpa de tanta muerte y destrucción, por los
efectos psicológicos y sociales que está causando esta crisis
humanitaria que, a su vez, está causando una fuerte crisis
económica.
Ante
la ecatombe que se nos viene encima, un sector del capitalismo que
está viendo caer la rueda del consumo, rescató las políticas
intervencionistas, para reanimar al sistema económico, y sobre
todo para no dejar desamparados a millones de ciudadanos que se han
visto confinados, de
la noche a la mañana,
con lo que conlleva una situación de parón económico obligado, sin
ingresos y sin recursos con los que hacer frente a los pagos y
obligaciones económicas.
El
viernes 20 de marzo de 2020 el gobierno de los EEUU aprobaba un plan
de inyección de 2 billones de dolares en la economía americana,
para ayudar a las familias y a las empresas, y evitar la quiebra ante
la crisis del COVID 19, lo que ha supuesto la monetización de la
deuda nacional, la creación de billetes desde la Reserva Federal de
los EEUU. Una política económica contraria a los principios del
liberalismo económico ortodoxo. La ortodoxia liberal, más cercana
al sistema de patrón oro, trata de evitar la mayor presencia de
billetes y monedas en circulación, al objeto de equiparar el oro de
la reserva con los billetes y monedas que circulan en la sociedad.
Está claro que hace mucho tiempo que esta equiparación entre el oro
y los billetes que circulan en la economía real, quedaron muy
distanciados. Cuantos más billetes se imprimen, menos valor en oro
tienen cada uno de ellos en su equiparación respecto a una
hipotética existencia del patrón oro, lo que equivale a una
devaluación de la moneda en el medio y largo plazo, y por tanto es
favorable a una situación de inflación monetaria.
Los
miedos de la ortodoxia liberal a la inflación monetaria, y a todas
aquellas políticas que impulsen o reanimen de una manera artificial
la economía, tratan al mismo tiempo de negar el endeudamiento
colectivo. Como defensores del presupuesto equilibrado, promueven los
recortes sociales, y la apreciación o revalorización de la moneda,
basada en la confianza del mercado, y en la solvencia que desprenden
los países que la ejercen, al cumplir con sus pagos y obligaciones
financieras en el mercado internacional. Es decir, si un país debe
dinero a otro país, o si un país debe dinero a un grupo bancario,
ese país deudor está en tela de juicio, porque las agencias de
calificación internacionales valoran su solvencia económica y la
puntualidad en los pagos y obligaciones financieras.
En
la Unión Europea se ha llegado a una situación por la cual la
economía italiana, con el 140% del PIB no es capaz de devolver toda
la deuda nacional que tiene en curso, lo que significa que año tras
año, los intereses de la deuda hipotecan los ingresos públicos
presentes y futuros, mermando por tanto la capacidad presupuestaria,
y el margen de maniobra para poder implementar políticas de
inversión en gasto social y sanitario.
Los
enormes esfuerzos que llevan sacrificando a los países del sur de
Europa, los llamados PIGS (cerdos en inglés, Portugal, Italia,
Grecia, Spain), para afrontar los pagos y refinanciación de la deuda
nacional, se han visto parcialmente solventados por la intervención
del Banco Central Europeo, a la hora de monetizar las respectivas
deudas nacionales, lo que permite una baja o mínima prima de riesgo.
Este aval permite condiciones de endeudamiento más ventajosas. Sin
embargo la presencia del COVID 19 ha alterado todas las alarmas, y ha
puesto en primer lugar la necesidad de proceder a un endeudamiento
extraordinario para afrontar esta crisis humanitaria.
Durante
estas semanas hemos visto como los gobiernos de los Estados europeos
a los que está afectando la crisis del coronavirus de forma más
acuciante, como es el caso de Italia y España, han practicado
políticas millonarias, al objeto de intervenir en la economía para
ayudar a las familias y a las empresas, sin embargo no es suficiente
con estas medidas, ya que los efectos negativos de esta crisis se
preveen duros y largos en el tiempo. Las necesidades extraordinarias
de endeudamiento para afrontar esta crisis se ha traducido en un
nuevo dilema en el seno de la Unión Europea.
Desde
su creación, nos han vendido las bondades y ventajas de pertenecer
al selecto club europeo, sin embargo, las recientes declaraciones del
primer ministro holandés, Mark Rutte, quien lidera junto con
Alemania y Finlandia el bloque que se opone al endeudamiento
solidario mediante eurobonos o coronabonos, pone de manifiesto, que
los países del sur de Europa han sido atractivos hasta cierto punto,
desde una perspectiva y visión mercantilista y economicista,
postergados a una dependencia económica y financiera respecto al
norte, que evidentemente les interesaba: recordad
las políticas de especialización del monocultivo productivo, y la
condena de España a desarrollar únicamente el sector servicios.
Vista
la situación actual, el bloque que se niega a la emisión de
coronabonos, argumenta básicamente que “ellos
no tienen porque pagar las deudas e intereses de los países del
sur” de
Europa, cuando se refieren a Italia y a España, los más dañados
por el coronavirus, por ello no quieren ni oír hablar
de “coronabonos”.
Los
países del sur, como Portugal, Italia, España y Francia lideran el
lema de “coronabonos
para luchar contra el coronavirus”,
propugnando el endeudamiento colectivo y solidario de toda la Unión
Europea, que se exponga como aval y garantía de los préstamos
necesarios para frenar la pandemia y sus efectos negativos.
Por
ello, en algunas localidades italianas se izaba la bandera de la
República Popular China, mientras se arriaba la de la Unión
Europea, como respuesta de la profunda desafección que provoca la
respuesta insolidaria por parte de algunos ministros en Europa. Hemos
asistido en Italia a la bienvenida de la ayuda rusa y cubana, y todo
ello en agradecimiento a países que no forman parte de la Unión
Europea, y que han demostrado mayor capacidad de respuesta ante las
necesidades sanitarias de los países afectados, cuando por otra
parte tanto Alemania como Francia se negaban a facilitar a España
parte de su material sanitario ante la crisis que se avecinaba. El
mismo principado de Andorra ha sido criticado por los EEUU, por la
llegada de los médicos cubanos, que de manera solidaria han acudido
en auxilio del pequeño estado -sin ejército ni industria
estratégica- para afrontar el COVID 19, cuestión que se ha
considerado una amenaza para la seguridad de Occidente.
Estamos
contemplando una Unión Europea con serias carencias de respuesta
social, con nulos protocolos de prevención contra pandemias, sin
ninguna mínima solidaridad, donde su única respuesta económica es
la habilitación de un Fondo económico, que sirva como nuevos
préstamos extraordinarios que los países ricos de Europa realizaran
a los países más endeudados y más golpeados por el COVID 19, lo
cual se traduce en una mayor dependencia económica, y pérdida
evidente de capacidad de soberanía.
La
Unión Europea debe ser fuerte y entender la necesidad social y
económica extraordinaria que exige la financiación mediante emisión
de “coronabonos”.