Ecología

lunes, 20 de enero de 2020

NOTICIAS DE PRENSA DEL COMUNICADO DE DON CARLOS JAVIER



Carlos Javier de Borbón-Parma es hijo de Carlos Hugo de Borbón-Parma y la princesa Irene de Holanda. Actual duque de Parma y príncipe de la Casa de Orange, se le considera pretendiente carlista al trono español de Felipe VI. Aunque el carlismo vivió mejores épocas, hay quien sitúa al aristócrata luchando en la distancia por aquello que sus antepasados deseaban, convertirse en rey de España destronando a los actuales inquilinos. A pesar de la poca probabilidad de éxito, de vez en cuando se deja oír en la distancia. Pero seguro que sus palabras llegan a Zarzuela.

Carlos Javier pasa por ser un defensor de las libertades que reclama Catalunya y por haber dicho en alguna entrevista que él reconocería a Catalunya como una nación en un sistema federal. Incluso, culpó a Felipe VI: "Todos tenemos nuestra responsabilidad con lo que está pasando en Cataluña, la monarquía también. Tenemos que dialogar, hablar con el otro, no enfrentarse o polarizar el debate. Cada uno de nosotros tiene esa responsabilidad". Y ahora, según la revista Vanitatis, ha vuelto a hacer algo  que no habrá sido recibido con alegría en la Corona: escribir una carta.

Que el rey Felipe y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no irían juntos de copas, es una obviedad. De hecho, el padre de la criatura, el rey Juan Carlos, está muy enfadado por qué en la composición de gobierno se trató al rey "como a un taxista", según él. ¿Y quien se ha deshecho en elogios sobre Sánchez? El rey carlista. Desde Holanda ha felicitado al presidente español con una larga carta donde dice cosas como "Este nuevo Gobierno de España ha prometido diálogo con la Generalitat de Catalunya. Para nosotros, los carlistas, este diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde su pluralidad, deben dialogar y desde el respeto mutuo, pactar". Elogios a Sánchez, Catalunya, diálogo... Igualito que Felipe.





Mientras en España no dejan de aparecer informaciones que hablan de una supuesta mala relación entre el rey Felipe y Pedro Sánchez por algunos movimientos que ha hecho el presidente que no habrían gustado en el Palacio de la Zarzuela, en Holanda, el que dice ser el legítimo rey de nuestro país por la rama carlista ha felicitado a Sánchez. Con una extensa carta firmada desde La Haya, ciudad en la que reside, el príncipe Carlos Javier de Borbón Parma apoya al nuevo Gobierno de coalición, destacando varios aspectos positivos.

La carta, publicada por la Asociación 16 de Abril, la misma que organizó la última visita del príncipe a Valencia el pasado mes de noviembre, data del 14 de enero. "Queridos Carlistas, ante el nuevo Gobierno de coalición recientemente formado en nuestro país, quiero dirigirme de nuevo a vosotros y a todos los españoles, para compartiros mis reflexiones en torno a la situación política que se ha vivido y que se está viviendo en estos momentos", empieza.

Carlos Javier hace referencia directa a la cuestión catalana y alaba el plan de Sánchez: "Este nuevo Gobierno de España ha prometido diálogo con la Generalitat de Catalunya. Para nosotros, los carlistas, este diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde su pluralidad, deben dialogar y desde el respeto mutuo, pactar".
Cabe recordar que el príncipe siempre ha defendido la libertad de Cataluña. En una entrevista del periodista Juan Nieto Ivars, Carlos Javier confesó que él reconocería a Cataluña como una nación en un sistema federal. Incluso le echó parte de la culpa de lo que sucede allí a la monarquía de Felipe VI: "Todos tenemos nuestra responsabilidad con lo que está pasando en Cataluña, la monarquía también. Tenemos que dialogar, hablar con el otro, no enfrentarse o polarizar el debate. Cada uno de nosotros tiene esa responsabilidad".
El príncipe también alaba del Gobierno de Pedro Sánchez su afán por "hacer frente a dos problemáticas que nos afectan de lleno como sociedad europea que somos, uno de ellos el reto ecológico y no muy separado de este, el reto demográfico que presentan muchos territorios de nuestras Españas".

¿Quién es el heredero carlista?

Cuando nos referimos al carlismo, muchos pueden pensar que estamos hablando de un movimiento político ya extinguido que nació en el siglo XIX como consecuencia de la derogación de la ley sálica para que Isabel II, hija de Fernando VII, pudiera reinar en España. Sin embargo, el carlismo sigue presente y bien vivo en la figura de Carlos Javier de Borbón-Parma, quien sigue luchando para conseguir aquello que sus antepasados tanto anhelaban: convertirse en rey de España y destronar a los actuales Borbón. Sin embargo, y a pesar de querer quitarles el trono, Carlos Javier confiesa tener una buena relación con don Felipe y doña Letizia.
Carlos Javier es el primogénito de Carlos Hugo de Borbón Parma y la princesa Irene de Holanda, hermana de la otrora reina Beatriz, por lo que es primo hermano del actual rey de los Países Bajos, Guillermo Alejandro. Casado con la periodista Annemarie Gualthérie, es padre de tres hijos con ella: las princesas Luisa (2012) y Cecilia (2013), y Carlos Enrique (2016), al que él mismo concedió el título de príncipe de Asturias y de quien el monarca holandés es padrino de bautizo. Eso supone un grave incoherencia, pues actualmente el título lo lleva la primogénita de los Reyes de España. Sin embargo, para los carlistas, Leonor no es la legítima heredera de la Corona española, sino el príncipe Carlos Enrique.

El primer gobierno de colación en la democracia española ha agitado no solo a todos los medios de comunicación si no que ha llegado también a las conversaciones de la realeza. 
Carlos Javier de Borbón-Parma, el heredero carlista ha querido opinar sobre el gobierno de Pedro Sánchez, tanto en lo que esta de acuerdo como en lo que no, en general ha manifestado que "se ajustan a una vocación de servicio a la sociedad, de servicio al bien común."
Ha destacado que es importante "volver a ilusionar al pueblo español en una tarea colectiva". 
Una de los proyectos que primero ha enfatizado y apoyado de forma muy positiva ha sido la posición de crear diálogo con la Generalitat de Cataluña"este diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable", concluyendo que "Las Españas, desde su pluralidad, deben dialogar y desde el respeto mutuo, pactar."
El heredero carlista ha continuado la carta diciendo que la "politización de la justicia ni en la judicialización de la política." Y en otra parte positiva del nuevo gobierno de Pedro Sánchez en que "este nuevo gobierno por hacer frente a dos problemáticas: el reto ecológico y el reto demográfico".
Carlos Javier de Borbón-Parma es hijo de Carlos Hugo de Borbón-Parma y la princesa Irene de Holanda. Actualmente es el duque de Parma y príncipe de la Casa de Orange y es considerado pretendiente carlista al trono español de Felipe VI. Carlos Javier es totalmente opuesto al prepararé y tiene buenas palabras hacia Cataluña.

En más de una ocasión, ha defendido que Cataluña sea una nación casi independiente dentro de un sistema federal español. En este sentido, hace dos años, después del 3 de octubre, Carlos Javier consideró que " Todos tenemos Nuestra responsabilidad con el que está pasando en Cataluña, la monarquía també. Tenemos que dialogar, hablar con el Otro, no enfrentarse o polarizar el debate. Cada uno de nosotros Tiene esa responsabilidad " , unas palabras que, evidentemente, no gustaron nada a la monarquía. 

Ahora ha vuelto a interenir y el 'rey carlista' ha vuelto a pronunciar unas palabras que no han gustado a Zarzuela. Ha hablado bien de Pedro Sánchez y mal deRey Felipe: Este nuevo Gobierno de España ha prometido Diálogo con la Generalidad de Cataluña. Para nosotros, los carlistas, este Diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde super pluralidad, Deben dialogar y desde el Respeto mutuo, pactar ".




El Rey y su padre tienen muy presente en sus augustas cabezas Cartagena. “Cartagena, Cartagena, Cartagena”, retumba en su masa cerebral cada dos por tres por razones que, a cualquiera que conozca mínimamente la historia de España, le resultan perogrullescas: fue allí donde en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1931, Alfonso XIII embarcó en el crucero de la Armada Príncipe Alfonso rumbo a un tan incierto como errante exilio que acabaría instalándole de manera definitiva en Roma, donde por cierto vino al mundo Don Juan Carlos.
El exilio siempre ha sido visto por Juan Carlos I como una posibilidad, entre otras razones, porque en España tendemos a repetir los peores momentos de nuestra historia porque somos olvidadizos por naturaleza. Por eso, cual salvoconducto financiero, y porque obviamente le gusta el dinero más que a un tonto un lápiz, ha acumulado fuera de nuestras fronteras un capital que algunas de las revistas económicas más prestigiosas del mundo (véase Forbes) cifran en más de 1.500 millones.
Don Felipe es todo lo contrario que su padre: le gusta el dinero lo justo o menos, es de una austeridad encomiable. Para muestra, un botón: cuando avejentan sus zapatos, no se compra otros nuevos sino que les pone suelas y tapas para alargar su vida útil hasta el paroxismo. Lo mismo sucede con los cuellos y los puños de sus camisas. Cosas de la educación militar y del influjo de Doña Sofía. Pero también porta en su ADN ese miedo escénico a que los larguen a un exilio que acabaría con la institución para siempre y la dejaría reducida a una suerte de mito y poco más. Como los carlistas que hace casi 200 años dejaron de ser algo y alguien y aún lo rememoran. Eso sí, tienen hasta su propio heredero al trono, Carlos Javier de Borbón-Parma, una broma como otra cualquiera que provoca la carcajada cuando no la ternura.





Estemos en contra de la monarquía, estemos a favor, sólo un ciego mental puede negar que la institución que ahora encarna Felipe VI ha sido una buena inversión para los españoles. Salvando las evidentes y enormes distancias, tan sólo durante el turnismo España ha experimentado tanta estabilidad, tanta prosperidad y tanta modernidad, curiosamente, con otros dos reyes, Alfonso XII y Alfonso XIII. La España fratricida, la de la Pelea a garrotazos de Goya, pasó a mejor vida con el reinado de un Juan Carlos I al que le podemos discutir muchas cosas, yo el primero, pero no el éxito de una Transición de la dictadura a la democracia que salió a las mil maravillas y es modelo a seguir en todos esos países que padecen autocracias, dictaduras o dictadurísimas.
Pero hoy, con Pedro Sánchez al mando ejecutivo de la nación, las incertidumbres por no decir los riesgos para la Corona se han multiplicado exponencialmente. El secretario general socialista no es el jefe del Estado pero se comporta como tal. Su dribling modelo Messi para colocarse al lado de los Reyes el 12 de octubre del año pasado no fue, en contra de lo que pueda parecer, un lapsus o una paletada de presidente primerizo. No. Simplemente, le traicionó el subconsciente. Él quiere reducir la esencia y la presencia de los Reyes al mínimo minimórum. En definitiva, ir limando las funciones institucionales del monarca para que quede como una figura decorativa y la población acabe pidiendo el fin de la monarquía por su “inutilidad” y su “nula rentabilidad”. Este entrecomillado no me lo invento, ha salido de la boca de un distinguido socialista antaño amigo de Sánchez que está horrorizado con lo que está pasando.



Los últimos acontecimientos confirman todo cuanto suscribo. El 12 de noviembre el presidente en funciones se pasó por el forro de sus pelendengues el artículo 99 de la Constitución, que prescribe esa ronda de consultas que reserva al Rey la facultad de proponer candidato a la investidura. Aquí fue la gallina antes que el huevo. Con un par, Pedro Sánchez anunció su acuerdo con el comunista Iglesias menos de 48 después de las elecciones y con Felipe VI en Cuba, adonde lo había mandado el Gobierno en una decisión sibilina que obligaba al monarca a blanquear la dictadura del tándem formado por Castro y Díaz-Canel en contra de su voluntad. Mala baba por partida doble.
En un caso similar, el de 1996, las cosas se hicieron bien. Respetando al 1.000% la letra y el espíritu de la Carta Magna. Aznar ganó las elecciones el 3 de marzo, el Rey Juan Carlos lo propuso el 12 de abril y fue entonces cuando el presidente popular se puso manos a la obra a recabar apoyos. Dos semanas después, el 27 de abril a las diez menos cuarto de la noche, se anunció el Pacto del Majestic, cerrado en el famoso hotel de la familia Soldevila en el Paseo de Gracia. Rodrigo Rato y el convergente Joaquim Molins fueron los encargados de comunicar la fumata blanca. El 4 de mayo Aznar fue proclamado cuarto presidente de la democracia. Así es como en rigor, sin chulearse de la ley ni del Rey, se hacen las cosas.
No quedan ahí las cobras institucionales del presidente al inquilino de La Zarzuela. La última la vivimos a principios de esta semana cuando fue excluido de la inauguración oficial de la Cumbre del Clima, a la que curiosamente sí asistieron 50 jefes de Estado. Es decir, todos menos el anfitrión que, por muchas milongas que nos cuenten, es España y no Chile. Tres cuartos de lo mismo sucedió en la cena del pasado lunes 2. Ni Don Felipe ni Doña Letizia existieron. La cuadratura del círculo llegará el viernes 13: tampoco ha sido convocado. De coña. ¿Acaso Felipe de Borbón y Grecia es el botones de Pedro Sánchez?
El cabreo de Zarzuela es ya indisimulado. La Casa del Rey se ha negado a caer en la última trampa que les había tendido nuestro primer ministro con ínfulas de jefe de Estado: mandarlos a la toma de posesión del peronista Alberto Fernández como presidente de la República Argentina el próximo martes. Lo cual tiene bemoles teniendo en cuenta que el viaje que le querían endosar se iba a desarrollar precisamente los días en los que el jefe del Estado debe acometer la ronda de consultas para digitar al aspirante a la investidura.
Con todo, lo peor no son las ansias megalomaniacas de Pedro Sánchez, sino los compañeros de viaje que ha escogido para una nueva aventura que nos llevará directitos a un cambio de régimen. Su vicepresidente in péctore, Pablo Iglesias, al que los malévolos llaman El Chepas, lo pudo explicitar más alto pero no más claro en un vídeo grabado en su programa financiado por la tiranía iraní de los ayatolás. “La guillotina es la madre de la democracia”, apuntaba extasiado Iglesias mientras ponía como ejemplo el de Luis XVI. Un Iglesias que en 2018 escribió un artículo en El País exigiendo la abolición de la monarquía. Su pareja, la más que probable próxima ministra de Igualdad, esa explotadora llamada Irena Montera, fue tanto más clara en twitter allá por 2013: “Felipe no serás Rey. Vienen nuestros recortes y serán con guillotina”. Que Dios le conserve la vista porque ni un año después Felipe VI sucedía a su padre.
El elenco se completa con una ERC que da golpes y quiere la independencia a las bravas, un Puigdemont que directamente ha echado al Estado de Cataluña y un Otegi cuya banda terrorista intentó asesinar al Rey en varias ocasiones, la última en 1995 cuando tuvieron en el punto de mira al padre de Felipe VI en el mallorquín Porto Pi. Que nadie se engañe. Esta gentuza quiere un nuevo régimen porque es consciente de que nunca ganarán las elecciones, menos aún con mayoría absoluta. Quieren abrir un periodo constituyente para establecer unas nuevas reglas de juego en las que la pluralidad brille por su ausencia, el pensamiento único sea la marca de la casa y la independencia judicial pase a mejor vida, asesinato de Montesquieu de por medio. Más o menos, lo que sucedió en Venezuela con las consecuencias conocidas por todos. Exactamente lo mismito que aconteció en España con una Segunda República que empezó como una ilusión y concluyó como la mayor pesadilla de nuestra historia con una Guerra Civil que desembocó en una dictadura.
¿Por qué cambiar algo que funciona razonablemente bien?, me pregunto a título de corolario. Uno pensaba que el fin de la monarquía podría sobrevenir en 50 ó 100 años, que los que nacimos en el siglo XX no viviríamos para contarlo. Que sería cosa de nuestros nietos o bisnietos, de unas nuevas generaciones que no entienden por qué la Jefatura del Estado se dilucida por fecundación y no por elección. Pero ahora contemplo, mitad estupefacto, mitad horrorizado, cómo el proceso se está acelerando de tal manera que puede ser una realidad en un lustro, una década, dos como mucho. Para terminar recuerdo la frase que soltó Alfonso XIII cuando fue botado con métodos inequívocamente expeditivos el 14 de abril de 1931: “Espero que no habré de volver, pues ello significará que el pueblo español no es próspero ni feliz”. Ojo al dato porque es lo que sucedió. Los españoles recuperamos la sonrisa y la prosperidad el día en que su nieto romano y el abulense Adolfo Suárez nos dieron la oportunidad de regalarnos la Constitución. Pues eso: si queremos otra tragedia, acabemos con el único elemento vertebrador que nos queda.