Ecología

viernes, 4 de diciembre de 2020

LITERATURA MILITAR CONTEMPORÁNEA

 Autor: Arturo Estébanez


No ha mucho, en este modesto blog, se publicaba un artículo que bajo el título de "Miles Gloriosus" suponía una crítica a la decadencia literaria que presentan los profesionales de las armas españolas en la redacción de unos manifiestos a favor de generales fallecidos y de Capitanes Generales voluntariamente expatriados.

 

            Todo parecía dicho en aquel artículo, pero parece ser que, como ocurre con las malas situaciones que siempre son susceptibles de empeorar, no hay decadencia que no avance hasta terminar en degeneración y en degeneración es en lo que está terminando la literatura militar española contemporánea.

 

            Sería una ensoñación desmedida, el pedir que, entre los funcionarios que integran la hispánica casta militar contemporánea, de cuya pluma lo más granado que ha salido en los últimos cien años fue un librito titulado "Diario de una Bandera" y un guión cinematográfico para una película titulada "Raza", surgiera alguien que pudiera encarnar o al menos acercarse a la egregia figura del poeta soldado clásico.

 

            No cultiva la española milicia ni la prosa, ni la poesía y, abandonados desde 1981 los géneros del bando y del artículo periodístico bajo arbóreo pseudónimo, parece centrarse en los géneros de la epístola colectiva y del público manifiesto, pues, en menos de dos años, el ardor literario de las Fuerzas Armadas ha producido, ni más ni menos, que: un manifiesto exaltando las virtudes y los conocimientos estratégicos y tácticos del ex-Jefe del Estado Francisco Franco, una carta colectiva en apoyo a su sucesor, el ex-Jefe del Estado a Título de Rey, Juan Carlos de Borbón y otra carta colectiva de carácter quejumbroso al sucesor del sucesor y actual Jefe del Estado a Título de Rey, Felipe de Borbón.

 

            Además de en la epístola y en el manifiesto, la afición literaria de los miembros de nuestra milicia también se encuentra en su gusto por la tertulia. Abandonada la elegancia decadente de los casinos militares, la oscuridad de los cafetines moriscos y la sordidez de determinados locales; el arte de la conversación parece ser practicada por estos militares de vocación literaria, que jamás pusieron un pié ni en el Pombo ni en el Gijón, de forma virtual a través de foros y chats en los que demuestran sus grandes conocimientos de los recursos literarios, pues mucho cultivan la anáfora repitiendo lamentos, quejas y quebrantos, la metáfora pues solo como metáfora, aunque de mal gusto, se puede considerar sus alusiones a millones de fusilamientos y, por supuesto, la paradoja pues paradoja, o paradójico, resulta que sea la situación de reserva de estos ilustres soldados lo que les inspire tanta incontinencia literaria.

 

            Bienvenido sea, el deseo de cultivar el arte de las letras por parte de los funcionarios integrantes de las Fuerzas Armadas, pero ¡¡¡Por Dios!!! que no ignoren que la creación literaria está sometida a la dictadura que imponen los inexorables principios de oportunidad, contenido y estilo y, francamente, las creaciones literarias de nuestros ilustres señores soldados son claramente inoportunas por estar fuera de tiempo, carecen de contenido por no aportar nada novedoso o constructivo y resultan de un estilo soez y primitivo como denota la utilización de metáforas de un gusto puramente tabernario.

 

            La queja es tan incompatible con la milicia como el mal gusto con la literatura y estos caballeros están demostrando que no sirven ni para lo primero ni para lo segundo por lo que no son más que una pésima y grotesca caricatura de aquel magnífico ser que, pocas veces se da, pero, cuando surge, siempre lo hace de forma sublime al reunir en su única persona la virtudes del soldado y del vate.

 

            Estos pésimos juntadores de palabras, de uniforme en perchas colgados y en armarios encerrados, posiblemente por la polilla afectados; podrán aplicarnos sus metáforas primitivas y de pésimo gusto pero, desde luego, les negamos el derecho a torturarnos con los gritos de horror de las Musas y a habitar en el Monte Parnaso junto a Gaetano Rapagnetta.