Ecología

lunes, 25 de enero de 2021

SECTA O COMUNIÓN

 

Pedro Zabala


Con mucha frecuencia usamos la palabra secta. Quizá no podamos definirla exactamente, ni conozcamos sus vinculaciones etimológicas, ni como se ha utilizado históricamente y en qué contextos. Pero creo que todos tenemos una idea aproximada de lo que queremos significar con ella.


Para empezar con ella aludimos a una facción, grande o pequeña, dentro de un colectivo mayor. Además, le atribuimos una arrogancia de creerse superiores al resto. A esta nota se le añade una dosis de fanatismo exclusivista que en determinadas ocasiones puede inducir a sus componentes a la violencia. ¿No viven encerrados en sus prejuicios que se retroalimentan constantemente?


No podemos reducir el sectarismo solo a la esfera religiosa. Se da en casi todos los aspectos de la vida humana: Ideológico, deportivo, étnico, generacional, de identidad u orientación sexual...


Pero quizá en el campo religioso -o antirreligioso- es donde más llama la atención y tiene más impacto social. Leemos estupefactos la noticia de que un obispo español acaba de atacar ciertas vestimentas femeninas -como los pantalones vaqueros- como muestra del virus del progresismo que les hace retroceder a las cavernas. Confieso que no pude evitar una carcajada espontánea al leer la noticia. ¿No debemos darle las gracias por hacer que brotase el humor en estos tiempos tan serios de la pandemia?


¿No son muestras de sectarismo las resistencias de jerarquías importantes de la iglesia católica a las tímidas reformas que el pastor Francisco va introduciendo desde Roma? La última, autorizar que las mujeres lean desde el presbiterio las lecturas litúrgicas y repartan la comunión. Claro que eso ya se viene haciendo desde hace años en muchas parroquias. Pero eso dependía del talante y la mentalidad del cura de turno. Pues podía venir otro y prohibirlo.


Pasar del esquema jerárquico con sus tres monarcas absolutos en su demarcación -papa, obispo, párroco- a una iglesia sinodal, en la que participen laicos -varones y mujeres- parece estar en el programa de Francisco. ¿No sería pasar de una Iglesia incursa en sectarismos a otra abierta en comunión? ¿Le dejarán hacerlo?


El diálogo ecuménico con las iglesias cristianas separadas -las ortodoxas y las nacidas de la reforma- parece que se ha acentuado. No es fácil. Por nuestra parte exige superar el primado jerárquico del Obispo de Roma por una primacía en la caridad y en el servicio. ¿Para cuándo la participación en ceremonias eucarísticas comunes?


En el diálogo interreligioso con otras religiones se observan también las resistencias sectarias dentro de todas ellas. El punto de partida es descubrir lo mucho que tenemos en común todas y afrontar tareas conjuntas por la paz y la justicia.


Es cierto que una facción del Islam ofrece diariamente ejemplos de fanatismo y violencia fanática que crean riesgos para la coexistencia. ¿Pero no es cierto que sus primeras víctimas son otros musulmanes que no comparten su sectarismo?


Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio ya lo denunció hace siglos Jesús de Nazaret. Hagamos autocrítica y después podremos denunciar el sectarismo ajeno.


La gran alternativa al sectarismo es la comunión. ¿No vivimos tiempos cuyos signos nos están forzando a reconocer que somos una sola familia humana y que solo podemos salvarnos unidos fraternalmente? ¿No ha llegado la hora de la gran comunión aceptando humildemente nuestra vulnerabilidad?