Pedro Zabala
En 1776 Adam
Smith formuló su teoría de “la mano invisible”. Si cada ser humano sigue su
propio interés, la sociedad progresará, pues la mano invisible del mercado
convertirá la suma de egoísmos individuales en bien común.
Cuando Thatcher
y luego Reagan negaron la existencia de las comunidades y postularon que solo
existen los individuos, no hacían más que resucitar el lema smithiano. La caída
del imperio soviético con su estatización de la economía, dio paso libre al
triunfo total del capitalismo, convertido en neoliberalismo planetario. La
socialdemocracia, cogida a contrapié, no hace más que poner modestos parches al
sistema único para remediar levemente sus injusticias y evitar el agravamiento
del malestar popular.
Lo peor es que
las personas de abajo hemos asimilado ese pensamiento único. Lo hemos
convertido en regla de nuestra vida. Los antiguos lazos comunitarios se han
resquebrajado y vivimos inmersos en un individualismo atroz. Aislados unos de
otros, sólo nos preocupamos de nuestro bienestar. Lo mío por encima de todo.
Quien no se ajusta a esa forma de vida es un bicho raro.
Así el sistema
funciona a pesar de sus enormes contradicciones. Con un precio enorme: el
aumento planetario de las desigualdades sociales y la destrucción de la
naturaleza. ¿Hasta cuándo?
También se está
produciendo un fenómeno global: la deslegitimación de las instituciones
políticas. El pueblo no se siente representado -más bien traicionado- por
ellas. Sean sistemas de democracia formal como en Occidente, regímenes de
fanatismo musulmán como la sunita Arabia saudí o la chiíta Irán, o esa mezcla
de totalitarismo comunista y capitalismo salvaje que es la China de hoy.
Las protestas se
suceden en todo el planeta. En las Américas del norte, centro y sur, en África
subsahariana, en el Magreb, en Egipto,
en Oriente Próximo. Y en la misma China, a pesar de su férreo control de la
población, con ocasión de la epidemia de coronavirus, por su negativa a
reconocerlo cuando apareció.
¿Qué tienen en
común esas protestas? A mi juicio:
*La exigencia de
libertad real de expresión. En contra de censuras manifiestas o del control de
los grandes medios de comunicación por poderosos grupos económicos.
*La exigencia de
medidas en favor de las clases depauperadas, aunque sea violando las reglas del
dogma del mercado.
*La existencia
de pequeños grupos que aprovechan las protestas para ejercer actos de violencia
contra cosas o personas.
*El intento de
las autoridades de atribuir las protestas a grupos de oposición radical o a
influencias de potencias extranjeras.
¿No es este
clima general de desafección y malestar
el caldo de cultivo para que grupos populistas de extrema derecha crezcan,
fomentado el odio y buscando chivos expiatorios en los diferentes?