Carlos
Javier de Borbón-Parma es
hijo de Carlos Hugo de Borbón-Parma y la princesa Irene de Holanda.
Actual duque de Parma y príncipe de la Casa de Orange, se le
considera pretendiente
carlista al trono español de Felipe VI.
Aunque el carlismo vivió mejores épocas, hay quien sitúa al
aristócrata luchando en la distancia por aquello que sus antepasados
deseaban, convertirse en rey de España destronando a los actuales
inquilinos. A pesar de la poca probabilidad de éxito, de vez en
cuando se deja oír en la distancia. Pero seguro que sus palabras
llegan a Zarzuela.
Carlos
Javier pasa por ser un defensor de las libertades que
reclama Catalunya y
por haber dicho en alguna entrevista que él reconocería a Catalunya
como una nación en un sistema federal. Incluso, culpó a Felipe VI:
"Todos
tenemos nuestra responsabilidad con lo que está pasando en Cataluña,
la monarquía también. Tenemos que dialogar, hablar con el otro, no
enfrentarse o polarizar el debate. Cada uno de nosotros tiene esa
responsabilidad".
Y ahora, según la revista Vanitatis, ha
vuelto a hacer algo que no habrá sido recibido con
alegría en la Corona: escribir una carta.
Que
el rey Felipe y el presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez,
no irían juntos de copas, es una obviedad. De hecho, el padre de la
criatura, el rey Juan
Carlos,
está muy enfadado por qué en la composición de gobierno se trató
al rey "como
a un taxista",
según él. ¿Y quien se ha deshecho en elogios sobre Sánchez?
El rey carlista. Desde
Holanda ha felicitado al presidente español con una larga carta
donde dice cosas como "Este
nuevo Gobierno de España ha prometido diálogo con la
Generalitat de Catalunya. Para nosotros, los carlistas, este diálogo
con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin
exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde
su pluralidad, deben dialogar y desde el respeto mutuo, pactar".
Elogios a Sánchez, Catalunya, diálogo... Igualito que
Felipe.
Mientras
en España no dejan de aparecer informaciones que hablan de una
supuesta mala relación entre el rey Felipe y Pedro Sánchez por
algunos movimientos que ha hecho el presidente que no habrían
gustado en el Palacio de la Zarzuela, en Holanda, el que dice ser el
legítimo rey de nuestro país por la rama carlista ha
felicitado a Sánchez. Con una extensa carta firmada desde La Haya,
ciudad en la que reside, el príncipe Carlos Javier de Borbón Parma
apoya al nuevo Gobierno de coalición, destacando varios aspectos
positivos.
La
carta, publicada por la Asociación 16 de Abril, la misma que
organizó la última visita del príncipe a Valencia el pasado mes de
noviembre, data del 14 de enero. "Queridos Carlistas, ante el
nuevo Gobierno de coalición recientemente formado en nuestro
país, quiero
dirigirme de nuevo a vosotros y a todos los españoles,
para compartiros mis reflexiones en torno a la situación política
que se ha vivido y que se está viviendo en estos momentos",
empieza.
Carlos
Javier hace referencia directa a la cuestión catalana y alaba el
plan de Sánchez: "Este nuevo Gobierno de España ha
prometido diálogo
con la Generalitat de Catalunya.
Para nosotros, los carlistas, este diálogo con todos los pueblos de
las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni
sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde su pluralidad,
deben dialogar y desde el respeto mutuo, pactar".
Cabe
recordar que el
príncipe siempre ha defendido la libertad de Cataluña. En
una entrevista del periodista Juan Nieto Ivars, Carlos Javier confesó
que él reconocería a Cataluña como una nación en un sistema
federal. Incluso le echó parte de la culpa de lo que sucede allí a
la monarquía de Felipe VI: "Todos
tenemos nuestra responsabilidad con lo que está pasando en Cataluña,
la monarquía también.
Tenemos que dialogar, hablar con el otro, no enfrentarse o polarizar
el debate. Cada uno de nosotros tiene esa responsabilidad".
El
príncipe también alaba del Gobierno de Pedro Sánchez su afán por
"hacer frente a dos problemáticas que nos afectan de lleno como
sociedad europea que somos, uno de ellos el
reto ecológico y
no muy separado de este, el
reto demográfico que
presentan muchos territorios de nuestras Españas".
¿Quién es el heredero carlista?
Cuando
nos referimos al carlismo, muchos pueden pensar que estamos hablando
de un movimiento político ya extinguido que nació en el siglo XIX
como consecuencia de la derogación de la ley sálica para que Isabel
II, hija de Fernando VII, pudiera reinar en España. Sin embargo, el
carlismo sigue presente y bien vivo en la figura de Carlos
Javier de Borbón-Parma, quien
sigue luchando para conseguir aquello que sus antepasados tanto
anhelaban: convertirse en rey de España y destronar a los actuales
Borbón. Sin embargo, y a pesar de querer quitarles el trono, Carlos
Javier confiesa
tener una buena relación con don Felipe y doña Letizia.
Carlos
Javier es el primogénito de Carlos Hugo de Borbón Parma y la
princesa Irene de Holanda, hermana de la otrora reina Beatriz, por
lo que es primo hermano del actual rey de los Países Bajos,
Guillermo Alejandro. Casado con la periodista Annemarie Gualthérie,
es padre de tres hijos con ella: las princesas Luisa (2012) y Cecilia
(2013), y Carlos Enrique (2016), al que él mismo concedió el título
de príncipe de Asturias y de quien el monarca holandés es padrino
de bautizo. Eso supone un grave incoherencia, pues actualmente el
título lo lleva la
primogénita de los Reyes de España.
Sin embargo, para los carlistas, Leonor
no es la legítima heredera de la Corona española, sino
el príncipe Carlos Enrique.
El
primer gobierno de colación en la democracia española ha agitado no
solo a todos los medios de comunicación si no que ha llegado
también a
las conversaciones de la realeza.
Carlos
Javier de Borbón-Parma,
el heredero carlista ha querido opinar sobre
el gobierno de Pedro Sánchez,
tanto en lo que esta de acuerdo como en lo que no, en general ha
manifestado que "se ajustan a una vocación de servicio a la
sociedad, de servicio al bien común."
Ha
destacado que es importante "volver a ilusionar al pueblo
español en una tarea
colectiva".
Una
de los proyectos que primero ha enfatizado y apoyado de forma muy
positiva ha sido la posición de crear
diálogo con la Generalitat de Cataluña"este
diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable",
concluyendo que "Las Españas, desde su pluralidad, deben
dialogar y
desde el respeto
mutuo,
pactar."
El
heredero carlista ha continuado la carta diciendo que la
"politización de la justicia ni en la judicialización de la
política." Y en otra parte positiva del nuevo gobierno de Pedro
Sánchez en que "este nuevo gobierno por hacer frente a dos
problemáticas: el
reto ecológico y
el reto
demográfico".
Carlos
Javier de Borbón-Parma es hijo de Carlos Hugo de Borbón-Parma y la
princesa Irene de Holanda. Actualmente es el duque de Parma y
príncipe de la Casa de Orange y es considerado pretendiente carlista
al trono español de Felipe VI. Carlos Javier es totalmente
opuesto al prepararé y tiene buenas palabras hacia Cataluña.
En
más de una ocasión, ha defendido que Cataluña sea una nación casi
independiente dentro de un sistema federal español. En este
sentido, hace dos años, después del 3 de octubre, Carlos Javier
consideró que " Todos
tenemos Nuestra responsabilidad con el que está pasando en Cataluña,
la monarquía també. Tenemos que dialogar, hablar con el Otro, no
enfrentarse o polarizar el debate. Cada uno de nosotros Tiene esa
responsabilidad " ,
unas palabras que, evidentemente, no gustaron nada a la
monarquía.
Ahora ha vuelto a interenir y el 'rey carlista' ha vuelto a pronunciar unas palabras que no han gustado a Zarzuela. Ha hablado bien de Pedro Sánchez y mal deRey Felipe: Este nuevo Gobierno de España ha prometido Diálogo con la Generalidad de Cataluña. Para nosotros, los carlistas, este Diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde super pluralidad, Deben dialogar y desde el Respeto mutuo, pactar ".
Ahora ha vuelto a interenir y el 'rey carlista' ha vuelto a pronunciar unas palabras que no han gustado a Zarzuela. Ha hablado bien de Pedro Sánchez y mal deRey Felipe: Este nuevo Gobierno de España ha prometido Diálogo con la Generalidad de Cataluña. Para nosotros, los carlistas, este Diálogo con todos los pueblos de las Españas es indispensable, eso sí, sin exclusiones ni sectarismos de ninguna naturaleza. Las Españas, desde super pluralidad, Deben dialogar y desde el Respeto mutuo, pactar ".
El
Rey y su padre tienen muy presente en sus augustas cabezas Cartagena.
“Cartagena, Cartagena, Cartagena”, retumba en su masa cerebral
cada dos por tres por razones que, a cualquiera que conozca
mínimamente la historia de España, le resultan perogrullescas: fue
allí donde en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1931, Alfonso
XIII embarcó en el crucero de la Armada Príncipe
Alfonso rumbo
a un tan incierto como errante exilio que acabaría instalándole de
manera definitiva en Roma, donde por cierto vino al mundo Don Juan
Carlos.
El
exilio siempre ha sido visto por Juan Carlos I como una posibilidad,
entre otras razones, porque en España tendemos a repetir los peores
momentos de nuestra historia porque somos olvidadizos por naturaleza.
Por eso, cual salvoconducto financiero, y porque obviamente le gusta
el dinero más que a un tonto un lápiz, ha acumulado fuera de
nuestras fronteras un capital que algunas de las revistas económicas
más prestigiosas del mundo (véase Forbes)
cifran en más de 1.500 millones.
Don
Felipe es todo lo contrario que su padre: le gusta el dinero lo justo
o menos, es de una austeridad encomiable. Para muestra, un botón:
cuando avejentan sus zapatos, no se compra otros nuevos sino que les
pone suelas y tapas para alargar su vida útil hasta el paroxismo. Lo
mismo sucede con los cuellos y los puños de sus camisas. Cosas de la
educación militar y del influjo de Doña Sofía. Pero también porta
en su ADN ese miedo escénico a que los larguen a un exilio que
acabaría con la institución para siempre y la dejaría reducida a
una suerte de mito y poco más. Como los carlistas que hace casi 200
años dejaron de ser algo y alguien y aún lo rememoran. Eso sí,
tienen hasta su propio heredero al trono, Carlos Javier de
Borbón-Parma, una broma como otra cualquiera que provoca la
carcajada cuando no la ternura.
Pero
hoy, con Pedro Sánchez al mando ejecutivo de la nación, las
incertidumbres por no decir los riesgos para la Corona se han
multiplicado exponencialmente. El secretario general socialista no es
el jefe del Estado pero se comporta como tal. Su dribling modelo
Messi para colocarse al lado de los Reyes el 12 de octubre del año
pasado no fue, en contra de lo que pueda parecer, un lapsus o una
paletada de presidente primerizo. No. Simplemente, le traicionó el
subconsciente. Él quiere reducir la esencia y la presencia de los
Reyes al mínimo
minimórum.
En definitiva, ir limando las funciones institucionales del monarca
para que quede como una figura decorativa y la población acabe
pidiendo el fin de la monarquía por su “inutilidad” y su “nula
rentabilidad”. Este entrecomillado no me lo invento, ha salido de
la boca de un distinguido socialista antaño amigo de Sánchez que
está horrorizado con lo que está pasando.
Los
últimos acontecimientos confirman todo cuanto suscribo. El 12 de
noviembre el presidente en funciones se pasó por el forro de sus
pelendengues el artículo 99 de la Constitución, que prescribe esa
ronda de consultas que reserva al Rey la facultad de proponer
candidato a la investidura. Aquí fue la gallina antes que el huevo.
Con un par, Pedro Sánchez anunció su acuerdo con el comunista
Iglesias menos de 48 después de las elecciones y con Felipe VI en
Cuba, adonde lo había mandado el Gobierno en una decisión sibilina
que obligaba al monarca a blanquear la dictadura del tándem formado
por Castro y Díaz-Canel en contra de su voluntad. Mala baba por
partida doble.
En
un caso similar, el de 1996, las cosas se hicieron bien. Respetando
al 1.000% la letra y el espíritu de la Carta Magna. Aznar ganó las
elecciones el 3 de marzo, el Rey Juan Carlos lo propuso el 12 de
abril y fue entonces cuando el presidente popular se
puso manos a la obra a recabar apoyos. Dos semanas después, el 27 de
abril a las diez menos cuarto de la noche, se anunció el Pacto del
Majestic, cerrado en el famoso hotel de la familia Soldevila en el
Paseo de Gracia. Rodrigo Rato y el convergente Joaquim Molins fueron
los encargados de comunicar la fumata blanca. El 4 de mayo Aznar fue
proclamado cuarto presidente de la democracia. Así es como en rigor,
sin chulearse de la ley ni del Rey, se hacen las cosas.
No
quedan ahí las cobras institucionales del presidente al inquilino de
La Zarzuela. La última la vivimos a principios de esta semana cuando
fue excluido de la inauguración oficial de la Cumbre del Clima, a la
que curiosamente sí asistieron 50 jefes de Estado. Es decir, todos
menos el anfitrión que, por muchas milongas que nos cuenten, es
España y no Chile. Tres cuartos de lo mismo sucedió en la cena del
pasado lunes 2. Ni Don Felipe ni Doña Letizia existieron. La
cuadratura del círculo llegará el viernes 13: tampoco ha sido
convocado. De coña. ¿Acaso Felipe de Borbón y Grecia es el botones
de Pedro Sánchez?
El
cabreo de Zarzuela es ya indisimulado. La Casa del Rey se ha negado a
caer en la última trampa que les había tendido nuestro primer
ministro con ínfulas de jefe de Estado: mandarlos a la toma de
posesión del peronista Alberto Fernández como presidente de la
República Argentina el próximo martes. Lo cual tiene bemoles
teniendo en cuenta que el viaje que le querían endosar se iba a
desarrollar precisamente los días en los que el jefe del Estado debe
acometer la ronda de consultas para digitar al aspirante a la
investidura.
Con
todo, lo peor no son las ansias megalomaniacas de Pedro Sánchez,
sino los compañeros de viaje que ha escogido para una nueva aventura
que nos llevará directitos a un cambio de régimen. Su
vicepresidente in péctore, Pablo Iglesias, al que los malévolos
llaman El
Chepas,
lo pudo explicitar más alto pero no más claro en un vídeo grabado
en su programa financiado por la tiranía iraní de los ayatolás.
“La guillotina es la madre de la democracia”, apuntaba extasiado
Iglesias mientras ponía como ejemplo el de Luis XVI. Un Iglesias que
en 2018 escribió un artículo en El
País exigiendo
la abolición de la monarquía. Su pareja, la más que probable
próxima ministra de Igualdad, esa explotadora llamada Irena Montera,
fue tanto más clara en twitter allá por 2013: “Felipe no serás
Rey. Vienen nuestros recortes y serán con guillotina”. Que Dios le
conserve la vista porque ni un año después Felipe VI sucedía a su
padre.
El
elenco se completa con una ERC que da golpes y quiere la
independencia a las bravas, un Puigdemont que directamente ha echado
al Estado de Cataluña y un Otegi cuya banda terrorista intentó
asesinar al Rey en varias ocasiones, la última en 1995 cuando
tuvieron en el punto de mira al padre de Felipe VI en el mallorquín
Porto Pi. Que nadie se engañe. Esta gentuza quiere un nuevo régimen
porque es consciente de que nunca ganarán las elecciones, menos aún
con mayoría absoluta. Quieren abrir un periodo constituyente para
establecer unas nuevas reglas de juego en las que la pluralidad
brille por su ausencia, el pensamiento único sea la marca de la casa
y la independencia judicial pase a mejor vida, asesinato de
Montesquieu de por medio. Más o menos, lo que sucedió en Venezuela
con las consecuencias conocidas por todos. Exactamente lo mismito que
aconteció en España con una Segunda República que empezó como una
ilusión y concluyó como la mayor pesadilla de nuestra historia con
una Guerra Civil que desembocó en una dictadura.
¿Por
qué cambiar algo que funciona razonablemente bien?, me pregunto a
título de corolario. Uno pensaba que el fin de la monarquía podría
sobrevenir en 50 ó 100 años, que los que nacimos en el siglo XX no
viviríamos para contarlo. Que sería cosa de nuestros nietos o
bisnietos, de unas nuevas generaciones que no entienden por qué la
Jefatura del Estado se dilucida por fecundación y no por elección.
Pero ahora contemplo, mitad estupefacto, mitad horrorizado, cómo el
proceso se está acelerando de tal manera que puede ser una realidad
en un lustro, una década, dos como mucho. Para terminar recuerdo la
frase que soltó Alfonso XIII cuando fue botado con métodos
inequívocamente expeditivos el 14 de abril de 1931: “Espero que no
habré de volver, pues ello significará que el pueblo español no es
próspero ni feliz”. Ojo al dato porque es lo que sucedió. Los
españoles recuperamos la sonrisa y la prosperidad el día en que su
nieto romano y el abulense Adolfo Suárez nos dieron la oportunidad
de regalarnos la Constitución. Pues eso: si queremos otra tragedia,
acabemos con el único elemento vertebrador que nos queda.