“La única fuerza que puede enfrentarse a nivel nacional, a nivel internacional y a nivel mundial, es la revuelta de un pueblo exasperado”.
“No se trata de ser violento. La violencia es odiosa y además ridícula. Se trata de ver, de saber porque es necesario luchar, se trata de creer”.
“Creo en los pueblos de Europa, de Francia, de España y de Italia, yo creo en los pueblos del mundo. Ha llegado el tiempo de los pueblos responsables y combativos, por una causa por la que merece la pena luchar: nuestra propia supervivencia”.
Autora: María Teresa de Borbón Parma
En Europa
Es necesario ampliar el círculo que afecta a la degradación de la democracia.
Como remarca un autor español (Alonso), vemos desaparecer progresivamente los obstáculos que el Estado impone al capitalismo financiero. La eficacia se constituye en el criterio fundamental de la legitimidad, y el derecho como instrumento de poder estático se convierte en agente autónomo de control social, no relacionado con ningún sistema axiológico o de consenso social. De este modo, el individuo deja poco a poco de ser ciudadano para convertirse en consumidor.
Habrá salidas a esta desviación progresiva de la misma democracia liberal, por el fracaso de una democracia más participativa o “ciudadana”.
La primera será un retorno a las culturas populares o regionales, siendo percibidas por los Estados como una ruptura del consenso que está en el origen mismo del Estado, pero puede salvar la esencia de la democracia participativa. Porque precisamente la cultura de los pueblos es el producto de la relación cotidiana de una persona con sus conciudadanos, en el seno de un espacio sociopolítico concreto (nuestra perspectiva triplemente autogestionaria iba en esta dirección).
Este retorno a las culturas no es un retorno al “feudalismo”, porque la respuesta que se le da supone una transición democrática a nivel mundial, el retorno del hombre a su propia esencia.
En definitiva, el retorno a la “reserva axiológica” en la cual el hombre está de nuevo en posesión de su identidad, después de la frustración que representa un mundo donde los “valores universales” se han subordinado “sui generis” por las crueles exigencias del mercado.
Desde esta perspectiva, la Europa que necesitamos, la Europa jurídica e incluso la Europa federal, no podrá existir sino hace suyo el pluralismo y la complejidad que, desde su origen, ha marcado su propia historia, abrazando el impulso libertario que agita sus pueblos.
En el mundo
Un amigo de mi hermano, Heinrich de Stahrenberg, con el que no compartimos las mismas ideas políticas, pero con el que tenemos una gran amistad, para expresar su amor por la vida, por la tierra, por ese don tan extraordinario que es la tierra, dice: “me gusta la pelota”. También a mi me gusta la “pelota”, amamos la “pelota”. ¡Quiero batirme por ella, debemos luchar por ella! Es nuestra lucha por la “realidad”. ¡Es a la vez la transición democrática a nivel mundial, la transición ecológica a nivel mundial!
Nuestro mundo se muere: el mundo muere. Su muerte es inmediata y está programada…
Pero seguimos sin hacer nada por evitarlo. “Nosotros sabemos, pero no creemos en aquello que sabemos”. Lo ha dicho un ecologista francés.
Siempre hay que decir lo que se ve. También es necesario, y también es más difícil, ver aquello que creemos ver. Charles Péguy viene ahora en defensa del ecologismo. Mirar lo que vemos es creer. Es amar, es batirse, comprometerse con otros, convencer a otros para que crean, interpelar a aquellos que no quieren hacer nada, y que pueden perturbar un poco sus sagrados beneficios o su sagrada y santa tranquilidad.
Antes de la revolución Francesa la mayor parte de los miembros de la alta nobleza (pero no todos), y de los miembros del alto clero (pero tampoco todos) sabían.
En efecto, sabían que la injusticia social y la injusticia política eran terribles, que las reformas radicales eran necesarias, aunque afectaran a sus privilegios. Y sabían que sin esas reformas serían apartados por una terrible revolución, que en todo caso les afectaría más a ellos. Sabían que una tempestad de sangre estaba a punto de producirse. Pero ellos no lo creían.
No es ahora la alta nobleza quien está en esta tesitura, ahora con los “lobbies”, los relevos del capitalismo salvaje moderno son la causa, los que están en cuestión. Son más poderosos que los gobiernos, que los parlamentos, que las grandes instancias internacionales y que la opinión pública. Los “lobbies” están retrasando e impidiendo las medidas más necesarias, ¡tenemos un ejemplo con el glifosato! (1). Con los bosques que se queman o que se venden a quien los destruye, como el magnífico bosque de Troçay (2) (¡que crimen ecológico!).
Sabemos que los “lobbies” están. Nos lamentamos, pero nos invade la apatía y somos los aliados involuntarios de los “lobbies” industriales.
La única fuerza que puede enfrentarse a nivel nacional, a nivel internacional y a nivel mundial, es la revuelta de un pueblo exasperado.
No se trata de ser violento. La violencia es odiosa y además ridícula: como un niño que rompe su juguete porque no le habla. Se trata de ver, de saber porque es necesario luchar, se trata de creer.
Creo en los pueblos de Europa, de Francia, de España y de Italia, yo creo en los pueblos del mundo. Ha llegado el tiempo de los pueblos responsables y combativos, por una causa por la que merece la pena luchar: nuestra propia supervivencia.
(*) BORBON PARMA, MARIA TERESA (2020): « Notre patrimoine, c’est le vent de l’Histoire « . París. Michel de Maule, pp. 221-224.
(1) Herbicida muy cuestionado por científicos y ecologistas por sus graves efectos secundarios sobre la salud y el medio ambiente. (Nota del traductor)
(2) Bosque del departamento francés de Allier, considerado el más bello robledal de Europa.