viernes, 14 de febrero de 2020

Los conocimientos de Almudena Grandes sobre el Carlismo


Almudena Grandes debe ser una buena novelista, pero como analizadora de la historia creo que flaquea bastante. Ello viene a cuento por un artículo en “El País Semanal”, del 2 de febrero, titulado “El lugar del accidente”, donde, aprovechando la noticia de un dramático accidente en Estella, ocurrido en una calle llamada Carlos VII, arremete contra este personaje en particular, contra sus antepasados y contra el carlismo en general acusándolo de golpista, cuando todo el mundo sabe que los únicos golpistas del siglo XIX fueron los espadones militares –muy liberales todos- y contra uno de ellos –el general Narváez- luchó el carlismo, aliado a republicanos y progresistas radicales, en la “Guerra dels Matiners”, conocida también como Segunda Guerra Carlista, capitaneada por Carlos VI, antecesor de Carlos VII.

La señora Grandes, que ya no es una niña y por tanto vivió los años de la transición, no quiere reconocer que, en los años en que ella dice que estudiaba el curso de Orientación Universitaria (1976-1977), el carlismo era una organización de izquierdas. Y eso a pesar que tenía un compañero que, según ella misma dice, se definía como carlista de izquierdas, por lo que, sin duda ese compañero debía pertenecer al Partido Carlista. Pero, claro, o bien doña Almudena es una cínica, o tiene poca memoria histórica, o bien en aquellos años viviera al margen del compromiso político contra la monarquía impuesta por Franco, -y antes contra la dictadura franquista-, un compromiso que mantenían muchos de sus compatriotas, incluidos los militantes del Partido Carlista, un partido que, no sólo sufrió la represión de aquél régimen, sino que fue fundador de la Junta Democrática, primero y de la Plataforma de Convergencia Democrática después, formando parte también de la Platajunta y de todos los organismos antifranquistas de las distintas nacionalidades de las Españas. Más aún, unos años más tarde, en 1986, el Partido Carlista fue fundador de Izquierda Unida, una organización, por cierto, con la que –creo- simpatiza la señora Grandes en su versión más jacobina.

Sobre ese carlismo que, por su edad, debería haber conocido una intelectual como la autora del artículo, podría extenderme mucho porque precisamente mi tesis doctoral El carlismo militante (1965-1980), trata de ello. Pero no lo voy a hacer. Que lea mi tesis si quiere, que aprenda historia, o que refresque su cabeza y haga un poco de memoria histórica.
Respecto al carlismo decimonónico y sus abanderados –como Carlos VII- dice Almudena Grandes: “Si hoy tuviéramos que calificar a los aspirantes carlistas con una sola palabra los llamaríamos golpistas”. Ya he dicho quienes era los golpistas en el siglo XIX y sobre el carlismo de esa época podría también extenderme pero no lo haré yo. Me remitiré a transcribir unas citas de dos autores, un historiador y un escritor, como ella:

En primer lugar del historiador marxista Julio Aróstegui que considera que “puede intentarse el análisis del carlismo entre los movimientos de protesta popular propios de los orígenes del capitalismo” porque “los proyectos liberal-capitalistas eran proyectos de clase, en beneficio de una concreta. La lógica del proceso implica la reacción de aquellos otros grupos que sólo están llamados a jugar un papel subordinado”. Más aún, “en una España como la isabelina, con un poder oligárquico amurallado tras el sufragio censitario el carlismo no tenía otra posibilidad de expresión que no fuera el recurso al levantamiento armado. Respecto a por qué hay calles dedicadas a Carlos VII en Estella y otras ciudades de Eukal Herria, lo explicaría lo que dice el mismo autor: “en el País Vasco y Navarra, como en Cataluña, el ejército liberal fue siempre un ‘invasor’” ya que el carlismo tuvo una “innegable adhesión de las poblaciones donde tales ejércitos fueron posibles”. Recordemos que Carlos VII juró los Fueros vascos y aragoneses.

Veinte años más tarde de la Tercera Guerra Carlista (la de Carlos VII), Miguel de Unamuno recordaba que “la protesta campesina contra la desamortización se manifestó en diversas formas, generalmente ocultas en la defensa de los Fueros” y que esa protesta estalló al fin en forma violenta. Y añade: “El carlismo puede decirse que nació contra la desamortización, no sólo de los bienes del clero y los religiosos, sino de los bienes del común”, y en carta a Joaquín Costa refiriéndose a “la última guerra civil carlista”, dice que “fui testigo y en gran parte víctima de ella siendo niño, y después me he dedicado a estudiarla, llevando cerca de ocho años de investigaciones sobre sus causas y razones. Una de las cosas que se descubre en ella es un fondo grande de socialismo rural. Tengo recogidas proclamas de antes, periódicos carlistas, etc., y de todo ello podría hacer un trabajo acerca del elemento socialista en la última guerra civil. Pero lo verdaderamente curioso es un plan de gobierno que presentaron a don Carlos en 1874 don José Indalecio de Caso, don Julio Nombela (que vive en ésa aún) y el canónigo don Vicente Manterola. En el tal plan hay cosas como éstas: 1º Cédulas de profesión en vez de cédulas de vecindad, y el que no acredite profesión no puede ni demandar en pleito. 2º Imponer a la aristocracia la obligación de fundar y dirigir colonias agrícolas. 3º Declarar forzosa para gentes acomodadas la tutela de los huérfanos pobres. (El plan dice ‘mandar hacer lo que manda la caridad’.) 4º Con atención a que ‘se gobierna para los ricos a costa de los pobres, y debe suceder lo contrario...: quede la pequeña propiedad dispensada de todo tributo, de todo gasto de inscripción y de toda clase de costas, mediante un recargo en progresión creciente sobre la gran propiedad’. 5º 'El trabajo representado por el trabajo’, y, en fin, sería cosa de copiar toda esta curiosísima utopía socialista en un plan simétrico y esquemático”. Dixit Unamuno.


Está claro que hay “intelectuales” como hoy doña Almudena Grandes que tienen la pereza de conformarse con la explicación fácil y caen en el tópico que se da sobre el carlismo en los manuales al servicio de los vencedores de las guerras… y de la Historia.



FUENTE: EL OBRERO